Un ejercicio que no todos estamos dispuestos a hacer
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"No había aprendido a ocultar sus sentimientos, que es el primer paso para tener una actitud civilizada" |
Coetzee es ese tipo de escritor
que no sé muy bien por qué (quizás su apellido, quizás la realidad sudafricana a
la que lo asocio y que nunca me ha interesado más allá de Mandela y el
apartheid) lo fui aparcando indefinidamente, hasta que en la biblioteca di con
un ejemplar de Desgracia y me dije
que ya era hora de remediar una de esas tantas carencias que tengo como lector.
Salí satisfecho de la experiencia. Puntualizo: todo lo satisfecho que uno puede
acabar leyendo un libro desasosegante y triste como pocos. No acabé de entender
los razonamientos de ciertos personajes y a ratos tuve la impresión que el
ritmo decaía demasiado en según qué tramos, pero vi como pocas veces había
visto antes a una persona que caía en picado irremediablemente y para la cual
la redención ya no era una opción. Con semejante regusto es de entender que
tardara un poco en animarme con otro libro de Coetzee, hasta que di con sus
novelas-autobiografías.
Dejando a un lado si Escenas de una vida de provincias es una
autobiografía o es una historia de ficción, o una mezcla de ambas cosas (lo que
me inclino a pensar), y dejando también a un lado la discusión de si el Coetzee
que sale aquí es real o, por el contrario, ficción, o un poco de ambas cosas;
dejando a un lado todo eso (que más bien me importa poco o nada), esta es de
las pocas veces con las que me he llegado a sentir identificado plenamente, o
al menos de una forma significativa, con un personaje; es la única vez en la
que he llegado a pensar que aquí se estaban contando cosas que me eran
importantes, verdaderas. En estas ocasiones es cuando uno se da cuenta de lo
difícil que es que la visión de un autor y la visión de un lector casen
completamente.
Coetzee está dispuesto a contar
una historia donde el fracaso, las dudas, las malas acciones, los sentimientos
de dudosa índole, en definitiva, todo aquello que otros esconden debajo de la
alfombra, es mostrado, analizado y expuesto sin ningún pudor y sin ningún ánimo
de justificar lo injustificable. De este modo, a través de Infancia, Juventud y Tiempo de verano vemos como Coetzee
esboza la compleja relación que mantiene con Sudáfrica y sus padres, con su
corpus literario, con su sexualidad, con cómo se relaciona con los demás y como
los demás le ven a él; sobre hasta qué punto fracasa en su intento de encajar
en la sociedad y en lo socialmente establecido, sobre cómo su fantasía e ideal
femenino no encaja con lo que es capaz de ofrecer. Incluso es capaz de ponerse
en la cabeza de hipotéticas –o reales, vaya usted a saber– amantes para explorar
lo que cree que han sentido ellas hacia él.
Un ejercicio que no todos estamos
dispuestos a hacer y de un valor incalculable.
Hola Ivan,
ResponderEliminarQuiero comentarte que disfruto de tus criticas y que me encantaría leer una critica tuya respecto a un libro de Paulo Coelho llamado "El Alquimista".
Más que seguro que ya lo conoces y que con lo caótica y corta que es la vida no has tenido el tiempo para no solo leer este y muchos otros buenos libros, sino también para hacer muchísimas otras cosas. Sin embargo, me quiero tomar estos minutos (y como una suerte de buena acción anónima) quiero recomendarte este libro completamente, ya que si hay un libro que merece la pena ser leído, es este.
Con la esperanza de que lo leas al igual que el resto de la gente, y con absoluta confianza de que te va a hacer sentir simplemente feliz el haberle dado vida a sus páginas, te deseo lo mejor.
Un lector
Buenas,
EliminarGracias por la recomendación. Lo añado a mi lista interminable de libros por leer.
¡Un saludo anónimo y gracias por el comentario!