Una mirada algo superficial
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"Una alma valerosa" |
El problema de Reencuentro
es que, pese a ser una novella de 91 páginas, tiene demasiados datos
irrelevantes sobre la geografía de la zona (ni siquiera he retenido qué lugar
es en el que ocurre la acción. Así de absorbente es el libro) o sobre los
antepasados de los alumnos de la clase en la que se encuentran nuestros dos
amigos. Hay referencias que están ahí como sacadas de la Wikipedia (en el caso
de Uhlman, la enciclopedia) y hay descripciones de personajes que, por el poco
o nulo peso que tienen, no pintan nada en la narración. Está claro, como
ocurría en Paradero desconocido, aunque
esta última es mejor, que todo es un vehículo para narrarnos como el nazismo
fue capaz de destruir cosas tan puras a nivel íntimo como la amistad
floreciente entre dos chicos intelectuales y sensibles, y que no se quedó solo
en lo de los campos de concentración y el desembarco de Normandía; sin embargo,
esto se queda en algo interesante rebozado de hechos y datos que son una mera
carcasa que no nos interesa lo más mínimo. Y luego está el final: ese giro tan
novelesco en la última frase te saca completamente de la narración, le da un
toque de ficción que no encaja con el tono realista e incluso autobiográfico de
lo que se narra.
Un alma valerosa, la
segunda mitad de la historia, es algo más conmovedora, menos fría que la
anterior, pero tiene un serio hándicap pese a ser algo superior a la anterior y
que la hace perder enteros: que te está contando los mismos hechos, desde la
perspectiva del otro amigo, Konradin, que ya se narraban en la anterior novela,
y hay muy poca cosa que resulte novedosa en ella. El interés va decayendo
cuando descubres que solo quedan pocas páginas para el final y has estado
leyendo la misma historia y que apenas ofrece nada nuevo, porque no nos
engañemos, la perspectiva de Konradin no necesitaba de otra novela para
mostrarse, porque ya la deducías tú mismo de lo que no se contaba en la
anterior historia y de lo que Hans iba deduciendo él solo.
Si dejamos a un lado estos
aspectos negativos, ambas obras tienen aciertos parciales que las hacen
recomendables: principalmente, para entender las mentalidades de los
aristócratas y las clases medias antes y durante la aparición de Hitler y para ver
cómo, hasta en aquellas élites más intelectuales -representadas por el
personaje de Konradin-, se apostó por el nazismo fácilmente. Que no fue cosa de
lavados de cerebro, sino que la aristocracia aprovechó esa situación, desde su
óptica, para recuperar esa gloria perdida de los tiempos pasados y volver a
ocupar ese lugar floreciente que habían ostentado; y, de pasada, para usurpar
las riquezas de los judíos ricos que se estaban haciendo un hueco en un
estamento que creían exclusivo de ellos, y vieron en Hitler esa vía de
recuperar lo que creían que solo debía ser para los alemanes que tenían antepasados
alemanes.
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